Aunque a primera vista parecen objetivos difíciles de conciliar, la búsqueda de rentabilidad no tiene por qué estar alejada de la responsabilidad social y los valores éticos.
Seguramente ya has oído o leído acerca de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), una forma de dirigir las empresas basado en la gestión de los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, el medioambiente y sobre la sociedad en general. Es una de las tantas iniciativas que desde hace varias décadas se están poniendo en práctica para hacer frente, entre otras cuestiones centrales, al desastre climático y las desigualdades.
Desde hace algunos años, el mundo financiero también comenzó a hacerse eco del auge, la preocupación y la demanda social por incorporar criterios de sostenibilidad en las decisiones de inversión. Se entiende que “desarrollo sostenible” hace referencia a un crecimiento económico que permita satisfacer las necesidades presentes pero sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras. Y buscando hacer realidad ese concepto, en 2015 la ONU estableció 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible como parte de su Agenda 2030. Para alcanzar esos objetivos, se requiere la colaboración de los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y los ciudadanos por igual para asegurar que dejaremos un planeta mejor a las generaciones futuras.
Con esos antecedentes, surgió el concepto de inversión socialmente responsable (ISR) o inversiones sostenibles, que promueven que tanto el ahorrista o inversor como las gestoras y proveedores de servicios de inversión se conviertan en agentes activos de cambio en la búsqueda del desarrollo sostenible.
Según se explica en el estudio La dimensión social de la inversión sostenible, elaborado por Spainsif, el foro español de inversión socialmente responsable, “el sistema financiero no es ajeno a la situación social de cada momento e incide en la misma de forma directa y contundente. Los impactos sociales de las finanzas están cada vez más conectados con la creación o pérdida de empleo, al igual que con la capacidad económica de los ciudadanos, siendo, en última instancia, quienes propician el empeoramiento o mejora en la calidad de vida y bienestar social. En el contexto del COVID-19, recesión económica y deterioro del bienestar social, con incidencia directa en la pérdida de puestos de trabajo y restricciones en la capacidad económica (consumo y ahorro), las finanzas sostenibles pueden y deben desempeñar un protagonismo singular, como portadores de soluciones que mitiguen la crisis y permitan una rápida e intensa recuperación económica y social. Como una constante, destaca que la relevancia social tiene cada vez más un valor determinante desde el enfoque del inversor institucional, atendiendo a los criterios de la responsabilidad social corporativa y el aumento del peso que han tomado las opiniones de todas las partes interesadas en el desarrollo de los negocios”.
Tradicionalmente la cuestión ambiental concentra la mayor parte de la inversión sostenible, pero los aspectos sociales (explotación laboral, derechos humanos, discriminación, diversidad e inclusión social, entre otros) también se han contemplado con importancia creciente en los últimos años.
Rentabilidad con valores éticos
Para quienes nunca habían oído hablar del concepto, la inversión sostenible o socialmente responsable (ISR) es aquella que sigue una política de inversión que, adicionalmente a los aspectos financieros (rentabilidad, riesgo, liquidez, entre otros), incorpora parámetros ambientales, sociales y de buen gobierno en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión. Es lo que se conoce como criterios ASG (o ESG en inglés).
A | Hace referencia a los impactos ambientales que tienen las decisiones de las empresas: gestión de recursos naturales, la prevención de la contaminación, la adaptación y mitigación al cambio climático, protección de la biodiversidad, emisión de gases de efecto invernadero, eficiencia energética, entre otros
S | Toma en cuenta la dimensión social de las prácticas empresariales: derechos de los trabajadores, condiciones salariales, inclusión, relación con grupos de interés, comunidad y autoridades.
G | Contempla los valores de gobernanza de las compañías: la divulgación de información relevante a sus accionistas, la rendición de cuentas, la independencia de los/as directores/as y su remuneración, la estructura de la organización, normas y procedimientos de administración, su estrategia fiscal y de transparencia y los programas anticorrupción, entre otros.
Esto se traduce en la aplicación de una o varias estrategias, que van desde la exclusión simple (se elimina del universo de inversión actividades controvertidas), la exclusión en base a normas internacionales o la selección positiva de las entidades con mejor desempeño, entre otras.
Estrategias de inversión
Exclusión: excluye sistemáticamente a empresas, sectores o países del universo de inversión que no cumplen con criterios éticos y medioambientales. Por ejemplo, actividades relacionadas con armas, pornografía, tabaco y pruebas con animales.
Best in class: se basa en escoger a las empresas/fondos que muestran un mejor desempeño de acuerdo a los parámetros ESG/ASG.
Impacto: se invierte en compañías que generen un impacto positivo y medible en el medioambiente o en la comunidad.
Temáticas: se invierte en empresas relacionadas con temáticas determinadas: cambio climático, eficiencia energética, movilidad sostenible, acceso al agua, etc.
Voting (voto): estrategia basada en lograr el derecho a voto en las juntas de accionistas de las empresas para influir en las estrategias y prácticas de gestión y adoptar políticas ASG.
Screening basado en normas: revisión de inversiones que cumplan con estándares internacionales y normas basadas en criterios ASG (OCDE, ONU, el Pacto Mundial, OIT, UNICEF, ACNUR).
Productos financieros de la ISR
La inversión socialmente responsable se puede aplicar a todos los productos financieros: fondos de inversión, planes de pensiones, seguros o fondos de capital de riesgo, bonos y acciones. También hay fondos temáticos centrados, por ejemplo, en microcréditos (para la concesión de pequeños préstamos que no requieren garantías, a colectivos que no pueden acceder a las fuentes de financiación tradicionales) o en las energías limpias, entre muchos otros.
Según los especialistas, la ISR es al menos tan eficiente desde un punto de vista de rentabilidad-riesgo como la inversión tradicional, o incluso mayor.
Si estás pensando en contratar un producto financiero que cumpla con criterios ISR, asegúrate de que esté claramente especificado en su política de inversión. Y por supuesto, al igual que con cualquier tipo de inversión, es fundamental que antes de firmar te hayas sacado todas las dudas y comprendas todos los términos y condiciones.
La ISR en España
Según Spainsif, una asociación sin ánimo de lucro desde la que gestoras, proveedores de servicios de inversión y otras organizaciones promueven la inversión sostenible y responsable en España, esta filosofía va ganando terreno en nuestro país. Según su último estudio anual, los activos ASG, gestionados por entidades nacionales e internacionales en España, alcanzaron los 345.314 millones de euros en 2020, superando por primera vez a los tradicionales en el mercado.