El BCE ha anunciado hace semanas que llega a su fin un largo programa de compra de deuda iniciado en 2014, que iba de la mano de tipos de interés negativo. ¿Qué consecuencias tendrá para España este endurecimiento de la política monetaria?
Para hacer frente a la inflación que se viene registrando en la eurozona, la más alta desde la creación del euro y agravada por las consecuencias de la guerra en Ucrania, el BCE tiene el mandato de encarrilar la situación e intentar volver a la meta de una inflación del 2% en 2024.
Ya en marzo la presidenta del organismo, Christine Lagarde, había anunciado la retirada de los estímulos. Y el ritmo de compra bajó mucho más rápido de lo previsto: 40.000 millones en abril, 30.000 millones en mayo y 20.000 millones en junio. El objetivo es enfriar el mercado y contener la inflación. En consecuencia, anunciaron que el 1 de julio terminarían las compras “netas” de activos públicos (APP, por sus siglas en inglés). Aunque seguirá reinvirtiendo los vencimientos de los bonos que ya posee en cartera.
Así se pone fin a casi una década de compras de deuda y tipos negativos en la que se ha puesto en práctica una enorme expansión monetaria.
Las consecuencias para España
Para países como España, Italia o Grecia –en general los países del sur y los más sobreendeudados-, el BCE es el mayor, o incluso el único, comprador de deuda soberana. En el caso español, en 2020 y 2021 el BCE adquirió todo el déficit del país, cubriendo todas las necesidades de financiación derivadas de la pandemia: los ERTE, el ingreso mínimo vital (IMN), las rebajas de impuestos a la electricidad o el descuento a los carburantes.
Si, como se ha anunciado, el organismo endurece su política monetaria y deja de invertir en nuestra deuda, el país se verá obligado a encontrar nuevos compradores: fondos, bancos, aseguradoras o inversores particulares.
Pero al haber menos demanda – por la retirada del BCE- el precio de los bonos caerá mientras que aumentará el tipo de interés que se deberá pagar, de modo que se volverán más atractivos para posibles inversores. Esto a su vez implica una subida de la prima de riesgo, es decir, el sobrecoste de rentabilidad que debe ofrecer nuestro bono a diez años comparado con su equivalente alemán, considerado el más seguro.
Aparece así el problema que técnicamente llaman “fragmentación”.
Las primas de riesgo de los países del sur –Grecia, Italia, España y Portugal- se han disparado respecto a Alemania, lo que ha empujado al BCE a anunciar, tras una reunión de urgencia, que aplicará con “flexibilidad” la reinversión de los reembolsos vencidos del PEPP (el programa pandémico de compra de deuda cuyas compras netas terminaron en marzo). Además de que trabajan en el diseño de un mecanismo “antifragmentación”, que deberá superar las trabas legales que impiden al BCE instrumentar políticas específicas para determinados países.
El dinero será más caro
Al mismo tiempo, la institución anunció que por primera vez en 11 años subirán los tipos de interés, un proceso al que han llamado “normalización monetaria”. Los incrementos serán graduales: el primer paso se concretó en julio, con una subida de 50 puntos básicos, el doble de lo que había anunciado previamente. Así, la tasa de interés para las operaciones de financiación se situó en el 0,50 %, mientras que la tasa de depósito alcanzará el 0 % y la de facilidad de préstamo, el 0,75 %. Para septiembre se espera una nueva subida, que podría ser de otros 50 puntos básicos, pero dependerá de los datos de inflación.
Al aumentar el precio del dinero, tanto las empresas como los consumidores y los gobiernos tendrán que pagar más caro para pedir prestado los fondos que necesitan. Así como crece el rendimiento de los bonos soberanos, las familias también sentirán en sus bolsillos estos nuevos lineamientos. El ejemplo más concreto son los movimientos que está registrando el euríbor –la principal referencia que establece el costo de las hipotecas- que pasó de ser -0,491 % un año atrás para situarse incluso en picos de más de 1 % algunos días de julio de este año.
Esto se traducirá en un encarecimiento de las hipotecas variables a las que les toque revisión, cuyas cuotas mensuales registrarán aumentos significativos. Y con los anuncios del BCE de nuevos aumentos de los tipos en septiembre, los analistas pronostican que el euríbor seguirá subiendo.
Pero este escenario no sólo afectará a los ya hipotecados a tipo variable: se espera además que se endurezcan los criterios de la banca para conceder préstamos y financiación, una situación que afectará tanto a las pequeñas y grandes empresas como a las familias.
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