Tras la crisis del coronavirus y ahora con las consecuencias del contexto bélico, la alta inflación se ha vuelto uno de los temas más preocupantes para muchas economías. Según algunos expertos, la subyacente es un dato clave, quizá tan importante como el indicador general.
Desde hace varios meses la inflación preocupa y mucho. En España llegó en marzo al 9,8 %, un récord histórico desde 1985. En la zona euro creció al 7,5 % y en el Reino Unido al 7 %, mientras que en Estados Unidos trepó hasta un 8,5 %.
Se trata de un problema que si se enquista en la economía y se vuelve estructural puede ser muy perjudicial tanto para empresas y negocios como para el bolsillo de los ciudadanos.
La inflación: el aumento sostenido y generalizado de los precios
La inflación es el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios que consumimos. En general esto se produce a su vez por el aumento en los costes de otros bienes o servicios necesarios en su producción. Por ejemplo, si aumenta la electricidad, tarde o temprano esto repercutirá en el precio de todo aquello que requiera de electricidad para ser producido, es decir, prácticamente todo. Esto puede suceder por algún desequilibrio entre la demanda y la producción por diferentes causas: desde factores estacionales, decisiones de política monetaria, conflictos internacionales, una crisis sanitaria como la que acabamos de atravesar, o incluso expectativas de los actores económicos, entre otras.
Desde el punto de vista de la economía doméstica, la principal consecuencia de la inflación es la pérdida del poder adquisitivo. Si los precios de la canasta básica que consumimos aumentan, la consecuencia es que se ve afectada nuestra capacidad de gasto, es decir, que con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos bienes o servicios. A su vez, los ahorros también se ven afectados ya que debemos destinar más dinero a cubrir los gastos habituales.
¿Cómo se calcula la inflación?
La inflación se estudia y determina a partir de la evolución en el tiempo del Índice de Precios de Consumo (IPC) que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Dado que es imposible comparar periódicamente los precios de los miles de bienes y servicios de una economía, el IPC se concentra en una canasta básica, con los productos que consume habitualmente un hogar representativo. En España, esta cesta contempla cerca de 500 ítems, divididos en 12 grupos:
- Alimentación y bebidas no alcohólicas;
- Transporte;
- Vivienda;
- Hoteles, restaurantes y café (HORECA);
- Ocio y cultura;
- Vestido y calzado;
- Menaje;
- Medicinas
- Comunicaciones;
- Bebidas alcohólicas y tabaco;
- Enseñanza.
- Otros
Se suele medir en forma mensual y anual. La tasa interanual se calcula comparando el precio de la cesta en un determinado mes con el precio de esa misma cesta el mismo mes del año anterior.
¿Qué es la inflación subyacente?
Se trata de un dato al que se le suele hacer menos caso pero que para muchos expertos y analistas es un indicador más preciso y fiel que el índice de inflación general.
En concreto, también mide cuánto suben los precios pero sin considerar los alimentos no elaborados, es decir, los frescos, y la energía (gasolina, diésel, electricidad, gas).
Pero, ¿por qué dejar fuera de los cálculos a productos de consumo cotidiano?
La razón por la que se excluyen estos dos subgrupos es por su alta volatilidad en comparación con otros bienes y servicios más estables. Los precios de la gasolina, el diésel, la electricidad y los alimentos frescos suben y bajan con mucha más facilidad, son más erráticos, por ejemplo, por factores climáticos (una helada), estacionales o incluso por eventos transitorios, como conflictos internacionales.
Por esos, muchos analistas prefieren poner el foco en este indicador, ya que permitiría analizar las tendencias de la inflación a más largo plazo, fuera de las fluctuaciones más coyunturales, y así poder estimar si será duradera o sólo temporal.
Por ejemplo, en los últimos meses se ha disparado el precio de la energía como consecuencia de la guerra, pero si el conflicto termina pronto o bien si los países encuentran otras alternativas para proveerse, su precio tenderá a desinflarse.
Por otro lado, estudiar el comportamiento de los precios de este subconjunto, que prescinde de bienes o servicios administrados y concertados, además de los agropecuarios, permite evaluar con mayor precisión los resultados de la política monetaria que lleva adelante un país.
En el caso de España, la tasa de inflación subyacente también ha venido aumentando en lo que va del año, hasta llegar el 4,9 % en mayo, la más alta desde octubre de 1995.
Según los analistas, esta inflación subyacente da cuenta de que los incrementos en las materias primas y otros productos de la cesta han comenzado a trasladarse al conjunto de la economía, con el riesgo de que en los próximos meses la tendencia continúe. Y es que mientras la inflación general parece haber tocado techo, la subyacente sigue subiendo, lo que agita el fantasma de la tan temida combinación de aumentos de precios con estancamiento del crecimiento.
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