Que “el dinero no compra la felicidad” es un lugar común que repiten tanto quienes lo tienen como los que no. Desde hace siglos pensadores y científicos de diferentes disciplinas (desde los filósofos griegos hasta economistas, psicólogos y sociólogos) han tratado de establecer –e incluso medir- que influencia tiene la situación económica sobre la felicidad, el bienestar y la satisfacción con la vida.
En 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. La resolución reconoce además la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.
La resolución fue iniciada por Bután, un pequeño reino en el Himalaya, que desde principios de la década de 1970 propuso priorizar la Felicidad Nacional Bruta (FNB) sobre el Producto Interior Bruto Bruto (PIB) como parámetro para medir el crecimiento de los países.
Al ser coronado en 1974, Jigme Singye Wangchuck, cuarto rey de Bután, dijo que «La felicidad nacional bruta es mucho más importante que el producto interior bruto”. Desde entonces, este enfoque más holístico –basado en gran parte en los principios budistas- ha guiado la política y el modelo de desarrollo del pequeño país. La premisa es que el verdadero progreso de una sociedad se hace realidad gracias a la complementación y el refuerzo mutuo entre el desarrollo material y el espiritual. Con el objetivo de que esta filosofía inspire las políticas de gobierno, en 2008 el rey creó una nueva estructura institucional, con una comisión de FNB, que tras varios años de trabajo logró establecer un índice para medir la felicidad. El estudio se basa en un cuestionario de 180 preguntas, agrupadas en nueve dimensiones:
- Bienestar psicológico
- Uso del tiempo
- Vitalidad de la comunidad
- Cultura
- Salud
- Educación
- Diversidad medioambiental
- Nivel de vida
- Gobierno
Una vez procesada la información de las encuestas, se determina en qué medida cada hogar ha alcanzado la suficiencia en cada una de las nueve dimensiones, estableciendo unos valores de corte, a partir de los cuales se determina quién es feliz.
Casi en simultáneo se inició un intenso debate en el pensamiento económico. La “economía de la felicidad” es una especie de subrama que cuestiona la teoría dominante, según la cual necesariamente un aumento del bienestar material se traduce en un incremento de la felicidad experimentada por los individuos.
La paradoja de Easterlin
En 1974, el economista Richard Easterlin publicó un estudio en el cual se concluye que, si bien dentro de un mismo país aquellos individuos con mayores ingresos reportan mayores niveles de felicidad, cuando se comparan los resultados de varios países, el nivel medio de felicidad que declaran los sujetos apenas varía, al menos en aquellos países en los que la mayor parte de la población tiene cubiertas las necesidades básicas. El trabajo puso en evidencia que entre 1946 y 1970 los ingresos por persona en Estados Unidos aumentaron de manera significativa, mientras que el nivel de felicidad percibido por los ciudadanos no mostró una tendencia de cambio homogénea, manteniéndose hasta los años 60 y decreciendo entre 1960 y 1970. Es lo que se conoce como paradoja de Easterlin.
Desde entonces, y con aportes fundamentales desde la Psicología y la Sociología, se han multiplicado los estudios académicos que intentan establecer la relación entre los indicadores económicos y la satisfacción personal.
Herbert Simon, con sus investigaciones sobre el proceso psicológico de la toma de decisiones, y Daniel Kahneman y Amos Tversky con la teoría de los prospectos o de las perspectivas, contribuyeron al desarrollo de un enfoque más amplio: la economía del comportamiento. En 2002, Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo relacionado al juicio humano y la toma de decisiones.
Algunos de los problemas que se plantean estas corrientes son: ¿qué es la felicidad? ¿Es un dato objetivo y medible o es subjetivo? ¿Cómo medirlo?
Sin embargo, el interés de los economistas por la felicidad no es tan nuevo.
“El objetivo manifiesto de la investigación del Dr. Adam Smith es la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Sin embargo, hay otra investigación, quizá aún más interesante y que ocasionalmente se confunde con esta; me refiero a la investigación de las causas que afectan la felicidad de las naciones”, escribió Thomas Malthus en 1798, a propósito de “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, o sencillamente “La riqueza de las naciones”, la obra más célebre de Adam Smith, que fue publicada en 1776 y es considerada el primer libro moderno de economía.
Para la misma época, surgió en Inglaterra el utilitarimo, una corriente filosófica que de la mano de Jeremy Benthan (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873) le asigna una importancia especial a las experiencias hedónicas y define la moral en función del placer y el dolor. «Todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas». La propuesta era analizar las cuestiones sociales y económicas midiendo la utilidad de cada acción o decisión, dando lugar a una ética donde el objetivo final es lograr la mayor felicidad para la mayor cantidad de personas.
Otras reflexiones sobre el dinero y la felicidad
- Eso de que el dinero no da la felicidad son voces que hacen correr los ricos para que no los envidien demasiado los pobres. (Jacinto Benavente, dramaturgo español)
- El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. (Woody Allen, director de cine estadounidense).
- El dinero no da la felicidad, ciertamente; pero tampoco es un serio obstáculo. (Josep Pla, escritor español)
- No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo. (Alejandro Dumas hijo, escritor francés)
- El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo. (Epicuro de Samos, filósofo griego, 341 AC-270 AC)
- ¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia. (Epicuro de Samos, filósofo griego, 341 AC-270 AC)
- Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero. (Voltaire, filósofo y escritor francés)
- La felicidad no se produce por grandes golpes de fortuna, que ocurren raras veces, sino por pequeñas ventajas que ocurren todos los días. (Benjamin Franklin, político y científico estadounidense)