Si sientes vértigo y estás leyendo este blog, es que tienes los típicos síntomas provocados por ese negocio que te ronda la cabeza y que estás a punto de poner en marcha.
Seguramente te surgen muchos interrogantes, y no es para menos. Lo importante es que te hagas las preguntas adecuadas y que tengas una respuesta coherente para todas ellas.
Intentaremos ayudarte:
En lo personal
La primera pregunta que deberías hacerte es: ¿por qué quieres emprender? Es importante que conozcas las motivaciones personales que te han traído hasta aquí y que valores si tus motivos son sólidos, ya que el viaje puede ser intenso.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿estás preparado para emprender? Emprender un negocio es una aventura apasionante y, sin duda, una experiencia vital única. Se trate de un proyecto modesto o del business más ambicioso, para ti será siempre algo muy personal y tendrás que implicarte en ello con toda la ilusión y compromiso del que seas capaz.
El sentido de la responsabilidad, la capacidad de autocrítica y la fuerza de voluntad serán tus mejores compañeros de trabajo.
Además, ¿estás en un buen momento para emprender? Analiza si dispones del tiempo, las ganas y los recursos (económicos y personales) necesarios para embarcarte en esta hazaña.
Ahora que ya tienes clara tu decisión personal, intentemos resolver incógnitas de otra índole.
Sobre el plan de negocio
Empecemos por lo más obvio: ¿qué producto o servicio vas a comercializar? Conocer y concretar el objeto de tu negocio es fundamental para llevar a buen término el proyecto.
¿Cuál es el tu mercado potencial?
Debes saber a quién quieres dirigirte para entender dónde, cómo y cuándo es el mejor momento de hacerlo.
Un estudio de tu mercado te dará una idea del volumen de negocio al que puedes aspirar y de la cantidad de recursos (humanos, técnicos y financieros) que necesitas para cubrir su demanda. El estudio de mercado también puede darte pistas sobre si es el momento idóneo para hacer tu aparición en escena, así como las posibilidades de que evolucione durante los próximos años.
Si tu idea no es pionera, lo siguiente que debes preguntarte es ¿por qué van a comprarte a ti y no a la competencia? Detectar y saber comunicar adecuadamente lo que hace que tu producto o servicio sea diferente te dará argumentos para defender tu producto.
¿Conoces lo suficiente a tu competencia?
Una buena estrategia comercial no solo te reportará más clientela, también te ayudará a seguir marcando la diferencia.
Ahora que sabes lo que ofreces, a qué mercado te diriges y a qué competencia te enfrentas, ha llegado el momento de hacer cuentas.
¿Tienes financiación suficiente para empezar?
Debes calcular no solo cuánto dinero necesitas para poner en marcha tu negocio, sino también la cuantía y la manera de conseguir la financiación que te falte hasta que tu empresa empiece a generar beneficios.
¿Cómo andas de recursos técnicos y humanos?
Ya sabes: la tecnología que necesitas para producir lo que ofreces; el número de personas a contratar; las instalaciones donde te vas a ubicar; cuáles son tus necesidades logísticas; quiénes van a ser tus proveedores; y cómo vas a gestionar permisos, seguros y licencias si fuesen necesarias.
¿Has calculado los gastos e ingresos que vas a tener?
Necesitas una previsión lo más realista posible sobre ambos, al menos para conocer en qué niveles tienes que moverte para que tu empresa resulte rentable.
Llegados a este punto, ¿puedes decir que tu plan de negocio es viable? ¡¡Genial!! Intenta mirar un poco más adelante y asegúrate de que tu proyecto puede tener opciones en el futuro. Las posibilidades de adaptarse a los cambios que se produzcan en el mercado garantizarán la evolución de tu empresa y su permanencia en el tiempo.
Acerca de tu responsabilidad empresarial
Puesto que tu empresa será un ente independiente, deberá asumir la responsabilidad de sus actos y las consecuencias de sus actividades.
Piensa en el entorno dónde vas a poner en marcha tu idea y practica la responsabilidad social empresarial con clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sociedad en general.
Plantéate las siguientes preguntas:
¿Cómo vas a tratar a tu público interno?
Ante todo, dentro de la empresa trabajan personas. Motívalas mediante políticas y prácticas responsables que les permitan conciliar sus tareas con su vida familiar, mantener un trato respetuoso en su entorno de trabajo y seguir formándose a nivel profesional y personal.
¿Y sobre tu responsabilidad comunitaria?
Aprovecha la oportunidad para que tu empresa contribuya al desarrollo positivo de la comunidad en la que se encuentra. Ambos saldrán beneficiados.
¿Qué responsabilidades tendrá tu empresa frente al mercado?
Piensa cómo ofrecer a tu clientela una relación de confianza íntegra y honesta, basada en la libre competencia y en una buena política de transparencia.
¿Cuál va a ser tu compromiso medioambiental?
Tu plan debe contemplar la manera de optimizar todos los recursos utilizados en el desarrollo de la actividad y tratar de minimizar su impacto negativo en el medioambiente.
Y ahora, la pregunta del millón:
¿Qué alternativas tienes si tu proyecto no sale bien?
El riesgo de que las cosas no salgan como tenías pensado siempre estará ahí. Procura tener un fondo de maniobra por si llegan malas épocas. Si tu empresa no resulta tan rentable como esperabas, piensa, cuanto antes, cómo puedes reconducir la situación.
Dicho todo esto, nunca está de más que consultes a un buen profesional asesor para que oriente antes de emprender la aventura empresarial ¿Manos a la obra?